
Unas tierras, las nuestras, sin escrituras y con ellas, del nombre más antiguo en el padrón, pero también del que aparecía en el censo más efímero de la historia, incluso de quien aún no las ha descubierto, unas tierras de pertenencia por entendimiento de su riqueza y no sólo por su valor económico, las nuestras.
2.785 hectáreas de superficie de los pueblos Castillejo de Mesleón, Barbolla, Sotillo, Duruelo, Cerezo de Arriba y Cerezo de Abajo forman parte del plan de explotación de una mina de cuarzo presentado para la provincia de Segovia. Biólogos, geólogos, arqueólogos e, incluso, oncólogos han determinado la perdida de fertilidad que conllevaría para los terrenos de la zona, la alta probabilidad de contaminación del agua, la destrucción de la flora y la fauna y hasta el riesgo que provoca el polvo de sílice como agente cancerígeno. Cada una de las alegaciones presentadas dan sentido a lo que constituye un pasado, presente y futuro de una vida ligada a un lugar de naturaleza, paisajes, agricultura, ganadería, ríos, turismo y costumbres.
La identidad de los pueblos no se mide al peso, más o menos habitantes, más o menos kilómetros, no otorgan a nadie el poder de prevalecerse por encima de un territorio que no le pertenece, pero cualquiera tiene la oportunidad de seguir las pisadas de esos dos, tres o cientos de extraños y mirar lo que antes sólo había visto.
Incluso cerrando los ojos, desde las eras se mira mejor el viento y se siente en la cara. También allí, se proclaman los campeones de lanzamiento de azadón y de carreras de sacos. Se diferencian buitres de cigüeñas y, dependiendo del conocimiento, níscalos de setas venenosas y hierbabuena de ortigas. Sólo con garrota en mano se sabe si mañana habrá tormenta mirando al cielo y el tiempo en el que la merienda llega a su fin por unas flores violetas en otoño. Algunas huertas miran montones de tomates cultivados y otras, uno a medio crecer, significa en todos los casos el triunfo para presumir de cosecha, también las manzanas, crecerán un año sí y al siguiente no, siempre que no se disponga de la suficiente memoria para comprobar que se cumple.
La importancia de unas tierras, las nuestras, conoce idiomas que no deben dejar de hablarse, al menos, hasta que alguien invente un lenguaje parecido al que describe manantiales de agua como se hace en Sotillo.
PLATAFORMA CONTRA LA MINA A CIELO ABIERTO