«Vivir sin Prisa…Sabina y Serrat»

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“El tiempo no es oro, el oro no vale nada, el tiempo es algo mucho más valioso, más difícil de buscar y encontrar, lleno de posibilidades, realmente emocionante y preciado, el tiempo es tiempo. El tiempo es vida” José Luis Sampedro.

Vivir sin prisa, decidir que el tiempo no vive ni muere en un reloj,  querer a los instantes más intrascendentes para el mundo y la historia como a los inigualables protagonistas de los mejores capítulos, de un libro y una vida sobre ti, que te encantaría leer si algún día olvidas quien eres. Vivir los momentos como si no fueran a volver jamás, pero sin la responsabilidad de crearlos como algo único y especial, que no pudiera nunca recuperarse, aunque de manera distinta y creando algo nuevo, así como lo cantan Serrat y Sabina: “Hoy puede ser un gran día y mañana…también”

Serrat y Sabina, “El símbolo y el Cuate” cantan lo que dicen sus canciones, pero también la viven, sin prisa, a veces les dan las diez, las once, las doce y hasta la una, viviendo como quieren, dándole día libre a la experiencia, fijándose en las esquinas de cada calle del bulevard de los sueños rotos, dejando a la niñez jugar en la playa, escuchando el blues de lo que pasa en su escalera, pensando en la agonía de los peces fuera del agua. Y la vida, la condicionada por ellos mismos, sin destinos ni suertes, se lo agradece, tomándose, de vez en cuando, café con Serrat y descubriendo a Sabina, que las lágrimas más bonitas del mundo superarán cualquier sonrisa, porque nunca nadie, reirá como llora Chavela.

.Al ir sin prisa, la vida nunca  les ha  pasado por delante sin pedirles opinión, como si fuera un tren sin parada que les dejará en el andén de la estación, Serrat y sabina se han esforzado, sin poder ni querer evitarlo, por subirse en cada vagón, hasta cuando no tenían el billete que exigían a todo el pasaje, cuando hacían canciones de vida para los argentinos que en 1983 solo podían vivirla a través de ellos” escuchando lo que querían expresar en la voz de Serrat, abriendoles el corazón y la cabeza, desde detrás del muro que les separaba de la libertad, y emocionando a Estela de Carlotto, (presidenta de abuelas plaza de Mayo) al escuchar a Sabina cantar: “ya nadie me escribe diciendo no consigo olvidarte”. El tiempo y la vida nunca les ha dado miedo para cantar lo que sentían y pensaban y afrontar la consecuencias de una realidad, que a lo mejor, no es la que los peores pintores veían, cada día al despertar, pero es la realidad que necesitaban pintar.

Serrat y Sabina nunca han buscado pintar el verso perfecto para sus ideas y canciones y solo así lo han conseguido, jamás se hubiera entendiendo tan bien la vida con otra  rima, seguro que les toco desaprender e ignorar muchos: “venga que vamos tarde”, algún: “no tenemos tiempo para eso” y hasta: “si fueras más rápido, harías el doble” y aprender desde cero, que de tanto darse prisa llegarían tarde a vivir, como les hace felices, sin ir rápido para llegar a sitios donde no quieren estar, ni dejando sin acabar la canción con el  mejor final posible, porque ya han terminado de aparcar y así conseguir apartar a un lado lo urgente por lo realmente importante.

Quizás algún día, creo que no muy lejano, yo pueda empezar a hacer las cosas sin pensar en terminarlas y encuentre lo que no sabía que buscaba y así consiga aquello que empujo con mis latidos, mientras logro vivir sin prisa.

Laura Morato Hervás

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Aprender de los que creen no enseñar

Creo que todos los que piensan que pueden enseñar algo, y que seguro pueden, conmigo no lo consiguen. A veces,  ni siquiera consiguen mi atención o un poquito de mi tiempo y de verdad, que no es  por creerme más lista o mejor que ellos, estoy convencida que cualquier de ellos,  me descubriría cosas que no sé, pero no sé escucharlos, casi nunca me apetece y no me importa el tema del que hablen, que siempre me perecerá aburrido.

Entonces al margen de todos ellos, aparece Pascual, un pastor que vive juntos a sus animales en unas tierras, las suyas, a las afueras de un pequeño pueblo de Murcia, dice que no tiene estudios y que su mayor aspiración en la vida, es ser feliz y eso solo lo puede conseguir , viviendo como vive, con sus animales y sus tierras, sin cambiar los relojes de hora, sin perder el miedo al mar para ir en ningún yate y sin querer dinero para tener la posibilidad de hacer lo que nunca ha querido. Además, ya tiene una furgoneta, así que no necesita coche y no le gusta viajar, dice que el dinero le hubiera complicado la vida y supongo que también su felicidad.

Creo que el pensaba que no tenía nada que enseñarnos, que sin tener estudios nadie querría escucharle, para aprender sin parar de sus palabras y  de su modo de vivir y  de saber como encontrar la felicidad, justo en el lugar donde estas y con las mismas cosas que siempre has tenido, se equivocada, tampoco tenía la intención de acertar y yo creo que ahora tampoco le importa mucho haberme enseñado a pensar, como nadie creyó que podía hacerlo.

Yo todavía no tengo la sabiduría de Pascual y ni siquiera sé donde podría ir a buscarla, si está por ahí, en algún lugar por el que pasas todos los días sin fijarte y donde solo unos pocos la encuentran, yo solo conozco a unos pocos que la tienen, poquísimos, al menos para mi , pero creo que cada día tengo más claro donde está mi felicidad, es mucho más complicada de conseguir que la de Pascual, supongo que también va  con la sabiduría, que sea más fácil, mi felicidad es descubrir personas como Pascual, a las que escuchar sin que crean tener nada que decir y de las que solo se pueda aprender.

LA HISTORIA DE PASCUAL por Jordi Évole

http:  http://www.elperiodico.com/es/noticias/opinion/pascual-3249489

Laura Morato Hervás

Sentinel del Norte, o no

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Sentinel del norte, o no, y así va a ser todo, lo que en el resto del mundo comunicado pensamos y la realidad existente de una isla aislada que hemos decidido llamar así.

El risotto, Peaky Blinders, un edificio, Saturno, una canción, Google, las vacunas, Mery Popins, la política, el metro, los extraterrestres, la radio, Dios, los calcetines, la luz eléctrica, el dinero, el fuego, escribir, un globo terráqueo, el móvil, los continentes, La casa Batlló, las llaves, un concierto de Camila Gallardo,  la verdad, los pasteles, viajar, el chiringuito de jugones, las matemáticas, una guitarra, el libro de guía de supervivencia zombi, las casas de apuestas, Christopher Nolan, las novelas de amor, una noticia sobre Sentinel del norte, nuestro bien y mal, el lenguaje, las civilizaciones, la cronología, la ciencia, el movimiento corporal, la cultura, la ubicación espacial, la economía, la historia, los gobiernos o la propia estructura cognitiva…o no, o no conocer nada de eso, tal y como entendemos ahora, que casi todo lo que ocupa nuestro día a día no exista.

Si todo lo que conocemos trascurriera en Sentinel del norte, una isla de 72 km² del océano Índico, con 100 o 200 habitantes, protegidos por muros de corales y densos bosques, que parecen haber sido creados para construir la frontera natural perfecta, quizá adquiriéramos la responsabilidad de protegerla a ella también. Si además, cualquier interacción, como los contactos nada fructíferos ni positivos de los últimos 60.000 años, supusiera, el riesgo de enfrentarse a un sistema inmunológico completamente diferente al nuestro o convertirse, en el mejor de los casos, en un reclamo turístico, quizá, no quisiéramos conocer a nadie más. Y si, por fin, las autoridades indias hubieran confeccionado las leyes para preservar el derecho a vivir como quieres es probable que nos aguantáramos las ganas de saber todo lo que hay detrás de los aviones y barcos que divisamos a lo lejos, o que ni siquiera nos interese. Entonces, casi con seguridad, reivindicaríamos, de cualquier manera, el derecho a vivir sin la intervención del mundo exterior, o no.

Todos los misterios que, afortunadamente, aún quedan por resolver sobre los sentineles y lo demasiado que sabemos de nosotros, plantean la idea de investigarse el ombligo e intentar pensar como seríamos si no fuésemos como somos. Si tuviéramos la posibilidad de entrar a la etapa evolutiva en la que se encuentra Sentinel ahora mismo y sabiendo lo que sabemos, quizá nos gustaría desaprender y aprender ideas, deshacernos y construirnos de nuevo, quizá para salir igual, o no.

Ojalá sea la esencia

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Ojalá sea la esencia, me encantaría que fuera de eso mi gusto por Pepa Flores, sobre todo por el tiempo en el que fue alguien que no quería, ojalá que “aquello que constituye la naturaleza de las personas, lo permanente e invariable de ellas”, pisara tan fuerte al comenzar una canción, palmeara al ritmo que se late, creara rizos y rizos de gorgoritos en su barriga, los llevara hasta la garganta y los cantara con la boca torcida, estirando el cuello y ladeando la cabeza sin parar mientras, baila cruzando las piernas por detrás incontrolablemente y arruga los brazos y las manos sobre sí misma, así como si todo lo de dentro saliera hacia fuera con una fuerza desbordante, que se apodera de ella haciéndola más.

Por favor, que sea la esencia y este a solas con ella, sin nada ni nadie alrededor. Es posible, porque lo que hace de nosotros ser quienes somos y no cualquier otra persona me resulta  difícil de imponer, no creo que la esencia de Pepa Flores tuviera que ver con aquel pelo tan rubio, el acento refinado, el tamaño de su pecho, las clases de piano o la buscada perfección de una niña y adolescente dicharachera, conformista y buena por imperativo, ni siquiera con el nombre del personaje, en el que la convirtieron durante más de una década, para las alegres películas del franquismo.  Nada de eso quedó cuando dejaron de adornarla, pero todavía encaminaba el paso de la misma manera, seguía pisando igual.

¡Qué pisada la de ese levantamiento en Informe Semanal en el año 1973!, unos quince segundos antes de producirse, el entrevistador de Pepa Flores dijo: “parece que quiere ofrecernos una imagen distinta de usted misma, la hemos visto en algunas revistas grafistas un poco parca de tela y generosa en belleza, ¿es esta toda su nueva imagen?”, y la esencia entera, que debía venir de saberse importante en Pepa Flores, con ganas locas de crecer para ella y decidida a dejarse tiempo, para conocer que iban a querer hacer de ahí en adelante, pisó, se levantó del asiento, encendió un cigarrillo y se puso a fumar, pisando libremente por el plató, ya no quedaban dudas. Por si acaso, y para terminar, a la pregunta: “¿Qué piensa hacer con su vida?”, Pepa aclaró lo que sería una obviedad en cualquiera, pero que en ella y tanto tiempo después, ni los periodistas más sesudos de la época entendieron: “pfff…un momento, mi vida es mía”.

Con su vida en propiedad, aunque con un microscopio observada y comentada por los demás y el mérito que eso supone, se llenó de admirables contradicciones e incoherencias con quien había parecido ser siempre, pensó o no, a su elección, hizo, habló lo que quiso, casi seguro, cantó y bailó, menos que hasta entonces, rodó con Camus, Saura y Bardem, vendió las placas de oro otorgadas por Franco en las fiestas de la granja para apoyar al comunismo en España, conoció a Audrey Hepburn, interpretó a Mariana Pineda, se divorció, cantó con Aute, Serrat, Algeró y Calderón, marchó en contra de la entrada de España en la OTAN, tuvo tres hijas, grabó el disco: “Galerías de perpetuas, canciones para mujeres”,(pendiente de incluir en Spotify y sustituible por alguna de las once canciones de “Corazón Contento”), se volvió a casar, apoyó la revolución cubana y en España levantó el puño con tanta libertad, que hasta fue criticada por hacerlo “con toda convicción y sin fisuras”, se divorció y desligó de cualquier partido político públicamente, vivió mucho y a los 37 años se fue a su casa de Málaga a vivir como quería.

Entonces sí, es la esencia, quizá sea un auto consuelo injusto por gustarme demasiado la vida de una niña, adolescente y mujer, también, cuando no tenía ningún poder sobre ella, o porque me gustaría que Pepa Flores se sintiera mejor sobre un tiempo, sufrimiento y sacrificio, que ni siquiera viví para comprender, pero estoy casi convencida que en su pisada embelesadora está su retiro en Málaga y el conocimiento que tiene de su todo, de lo poco que la interesa, la cotidianeidad con la que llena su vida, durmiendo mucho, jugando a las cartas, paseando a sus perros por la playa, haciendo lo que hacía antes de hacer nada, todo con lo que está bien, según su esencia.