
Ojalá sea la esencia, me encantaría que fuera de eso mi gusto por Pepa Flores, sobre todo por el tiempo en el que fue alguien que no quería, ojalá que “aquello que constituye la naturaleza de las personas, lo permanente e invariable de ellas”, pisara tan fuerte al comenzar una canción, palmeara al ritmo que se late, creara rizos y rizos de gorgoritos en su barriga, los llevara hasta la garganta y los cantara con la boca torcida, estirando el cuello y ladeando la cabeza sin parar mientras, baila cruzando las piernas por detrás incontrolablemente y arruga los brazos y las manos sobre sí misma, así como si todo lo de dentro saliera hacia fuera con una fuerza desbordante, que se apodera de ella haciéndola más.
Por favor, que sea la esencia y este a solas con ella, sin nada ni nadie alrededor. Es posible, porque lo que hace de nosotros ser quienes somos y no cualquier otra persona me resulta difícil de imponer, no creo que la esencia de Pepa Flores tuviera que ver con aquel pelo tan rubio, el acento refinado, el tamaño de su pecho, las clases de piano o la buscada perfección de una niña y adolescente dicharachera, conformista y buena por imperativo, ni siquiera con el nombre del personaje, en el que la convirtieron durante más de una década, para las alegres películas del franquismo. Nada de eso quedó cuando dejaron de adornarla, pero todavía encaminaba el paso de la misma manera, seguía pisando igual.
¡Qué pisada la de ese levantamiento en Informe Semanal en el año 1973!, unos quince segundos antes de producirse, el entrevistador de Pepa Flores dijo: “parece que quiere ofrecernos una imagen distinta de usted misma, la hemos visto en algunas revistas grafistas un poco parca de tela y generosa en belleza, ¿es esta toda su nueva imagen?”, y la esencia entera, que debía venir de saberse importante en Pepa Flores, con ganas locas de crecer para ella y decidida a dejarse tiempo, para conocer que iban a querer hacer de ahí en adelante, pisó, se levantó del asiento, encendió un cigarrillo y se puso a fumar, pisando libremente por el plató, ya no quedaban dudas. Por si acaso, y para terminar, a la pregunta: “¿Qué piensa hacer con su vida?”, Pepa aclaró lo que sería una obviedad en cualquiera, pero que en ella y tanto tiempo después, ni los periodistas más sesudos de la época entendieron: “pfff…un momento, mi vida es mía”.
Con su vida en propiedad, aunque con un microscopio observada y comentada por los demás y el mérito que eso supone, se llenó de admirables contradicciones e incoherencias con quien había parecido ser siempre, pensó o no, a su elección, hizo, habló lo que quiso, casi seguro, cantó y bailó, menos que hasta entonces, rodó con Camus, Saura y Bardem, vendió las placas de oro otorgadas por Franco en las fiestas de la granja para apoyar al comunismo en España, conoció a Audrey Hepburn, interpretó a Mariana Pineda, se divorció, cantó con Aute, Serrat, Algeró y Calderón, marchó en contra de la entrada de España en la OTAN, tuvo tres hijas, grabó el disco: “Galerías de perpetuas, canciones para mujeres”,(pendiente de incluir en Spotify y sustituible por alguna de las once canciones de “Corazón Contento”), se volvió a casar, apoyó la revolución cubana y en España levantó el puño con tanta libertad, que hasta fue criticada por hacerlo “con toda convicción y sin fisuras”, se divorció y desligó de cualquier partido político públicamente, vivió mucho y a los 37 años se fue a su casa de Málaga a vivir como quería.
Entonces sí, es la esencia, quizá sea un auto consuelo injusto por gustarme demasiado la vida de una niña, adolescente y mujer, también, cuando no tenía ningún poder sobre ella, o porque me gustaría que Pepa Flores se sintiera mejor sobre un tiempo, sufrimiento y sacrificio, que ni siquiera viví para comprender, pero estoy casi convencida que en su pisada embelesadora está su retiro en Málaga y el conocimiento que tiene de su todo, de lo poco que la interesa, la cotidianeidad con la que llena su vida, durmiendo mucho, jugando a las cartas, paseando a sus perros por la playa, haciendo lo que hacía antes de hacer nada, todo con lo que está bien, según su esencia.
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