Ayer encontré a Alberto Ruiz Gallardón tras perderlo por alguna legislatura.
Sabía que lo haría, sabía que dimitiría, quizás parezca muy ventajista leer esto ahora, así que reconoceré que jamás pensé que sería ahorcado por el gobierno que le dio la cuerda y la apretó hasta el final, mientras él debió asentir encantado.
Aun así, ayer le encontré o al menos vi un reflejo muy claro del Alberto Ruiz Gallardón que conocí antes de asumir el ministerio de justicia, donde en algún momento le perdí mientras se mostraba convencido y temiblemente orgulloso de un Anteproyecto de ley: autoritario, dictatorial e injusto que prevalecía el derecho a la vida de algunos no-nacidos, al derecho de todas las mujeres sin tener en cuenta situaciones de ningún tipo, tampoco esta ley protegía a todos a los que pretendía, solo defendía el derecho a nacer, pero se olvidaba del resto de la vida de las personas, tanto madres como hijos, sanos y enfermos, que también se veían obligados y condenados a nacer sin posibilidades de realizar sus vidas como merecen, además Gallardón al dejar de ser quien siempre pareció, limito la justicia, dejándola solo al acceso de unos pocos que pudieran permitírsela, creó el ministerio de justicia más injusto en mucho tiempo. Supongo que el motivo de todo esto no sería capaz de entenderlo o quizás sea algo tan oscuro, simple y antiguo como que el poder corrompe.
El final de su carrera política quizás sea el reencuentro definitivo de Alberto Ruiz Gallardón con el no-ministro que representaba y defendía la mejor derecha democrática, por la que Franco detuvo a su padre, y que entendía y razonaba con mi mejor y peor izquierda, capaz de razonar y crear el sueño de una política diferente a la actual, donde la política recuperará su significado, capaz de construir las ideas que hagan del mundo el cuento de hadas con el que comparaba la política hace un tiempo no muy lejano.
Ayer me pareció ver, quizás dibujado por mis ganas, al Gallardón que se reía con Joaquín Sabina y Julia Otero en Las Cerezas sobre sus diferencias y semejanzas, el que parecía crear, hablando con ellos, la mejor democracia de todas donde realmente parecía posible construir un lugar para todos independientemente del partido al que hubieras votado en las últimas elecciones.
Mientras sucedía aquel importantísimo encuentro en Las Cerezas de 2004, era muy pequeña para reconocer que lo que allí ocurria era realmente especial y casi imposible de volver a ver, aun así, fui capaz de recordar algo, despertó algo, imposible saber el qué, que logró que muchos años mas tarde y por alguna casualidad, en la que no creo, me hiciera recordar que tenía que buscar aquel encuentro y entenderlo como no pude entonces para descubrir al Gallardón no-ministro con el que hubiera inventado un mundo.
Ayer encontré al Gallardón que no se encontraba a gusto en la oposición y al que injustamente se le crítica por ser el ambicioso que no ocultaba querer llegar al poder para construir lo que realmente consideraba mejor.
Además le gustaba El Intermedio, eso seguro que siempre significó algo, aunque en algún instante de los últimos tiempos hubiera decidido desintonizar La Sexta y olvidarse de todo, también recuerdo que a Esperanza Aguirre no le caía del todo bien y siempre he pensado que tener algunos enemigos en ocasiones te define de manera positiva y hasta te hacen mejor, eso seguro que también significaba algo.
Albero Ruiz Gallardón se marcha, o le echan, o lo que sea que le deje el tiempo para que recuerde quien siempre creí que es.
Laura Morato Hervás